viernes, 23 de septiembre de 2016
miércoles, 21 de septiembre de 2016
martes, 16 de agosto de 2016
Strategy and Game Theory
La Facultad de
Economía y Negocios de la UTB se complace en anunciar la publicación del libro
“Strategy and Game Theory” publicado
por la editorial Springer en su
serie Springer Texts in Business and
Economics. La primera edición del libro de 345 páginas fue publicada el 10
de agosto de 2016. El libro fue escrito en coautoría entre el profesor Félix
Muñoz-García, Profesor Asociado de la School of Economic Sciences en Washington
State University, y Daniel Toro Gonzalez, Profesor Asociado y Decano de la
Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Tecnológica de Bolívar.
El libro provee
un gran número de ejercicios resueltos con explicaciones paso a paso, de gran
utilidad para estudiantes y profesores. A través de este libro los estudiantes podrán
aprender sistemáticamente a aplicar los diferentes conceptos de solución a
distintos campos como los negocios, la economía y la ciencia política. El libro
cuenta con ejercicios catalogados por nivel de dificultad, desde problemas para
estudiantes de pregrado, hasta problemas cuyo nivel de dificultad es apropiado
para estudiantes de maestría.
Los primeros
seis capítulos cubren juegos con información completa, usando separadamente
juegos de forma normal y extensivos. Los capítulos siguientes, dedican especial
atención a juegos de información incompleta, como juegos de señales y otros
conceptos de equilibrio más avanzados, haciendo énfasis en cada paso del
desarrollo y con apoyo en ilustraciones que permiten enfocar la atención del
lector en los puntos más relevantes del análisis.
El libro está
disponible para compra en pasta dura y en versión electrónica de e-book
completo y por capítulos. También se encuentra disponible en Amazon por 89.99
dólares.
·
El libro provee más de noventa
ejercicios de teoría de juegos resueltos con explicaciones detalladas paso a
paso.
·
Se hace énfasis en los
principios económicos que sustentan cada ejercicio evitando notación matemática
compleja.
·
Ayuda a estudiantes de pregrado
y maestría a comprender el comportamiento de los agentes en situaciones de
interacción estratégica.
·
Presenta un ranking de
ejercicios por niveles de dificultad que permiten su uso como guía de auto
estudio.
viernes, 5 de agosto de 2016
Uber vs. taxis
El Universal, 5 de Agosto de 2016 (Enlace)
Las empresas, como las especies vivas del planeta, se adaptan o desaparecen. Según los indicadores de Cartagena Cómo Vamos no es mucho lo que cambió entre 2014 y 2015, pero si algo ha de cambiar para las mediciones de 2016 debería ser la movilidad. Habría dos razones: una, la tan prometida, esperada y flamante aparición de Transcaribe; y otra, la irrupción de la plataforma Uber.
Soy pasajero esporádico de Transcaribe y frecuente de Uber. Uso la plataforma de vehículos particulares debido a la aún limitada cobertura del sistema de transporte masivo, al disgusto por el necesario regateo con los taxistas, al mal estado de muchos taxis y a la poca amabilidad de no pocos conductores.
He intentado abordar el problema de Uber versus taxi desde distintos ángulos. Mi apreciación es que bloquear la adopción de nuevas tecnologías es simplemente inútil. Si algo sabemos es que las nuevas tecnologías de información y comunicación llegaron para quedarse. Probablemente reemplazarán muchos oficios, como el de Vicente Fernández Fernández, el vendedor de enciclopedias de Luis García Montero en “Alguien dice tu nombre”, transformando nuestro entorno.
Si el gremio de taxistas quiere que su oficio sobreviva, las quejas deben ser reemplazadas por la adaptación. El gremio debería adoptar prácticas similares a las que han hecho de Uber un éxito mundial. Sin mucho esfuerzo, plataformas como Tappsi o Easytaxi podrían implementar el pago por tarjeta de crédito, cobrar por distancia recorrida y tiempo de espera, calificar el servicio, conocer la reputación de su conductor y seleccionar el tipo de automóvil.
Uber, además, encierra otro reto mayúsculo, asociado a la innovación. La diversidad de servicios que ofrece alrededor del mundo en su plataforma es sorprendente: Uberpool, para compartir vehículo; Uberpets, para mascotas; Uberacces, para personas con discapacidad; y muchos otros que tarde o temprano llegaran al país.
Adoptadas estas medidas y aprovechando de buena manera la creatividad criolla, no dudo que los taxistas tradicionales tendrían ventajas sobre personas que esporádicamente se dediquen a hacer una que otra carrera en Uber.
Si queremos ciudades sostenibles, abiertas y competitivas, debemos abrazar la aparición de nuevas tecnologías y adaptarlas al contexto. Uber no está solo. Otras plataformas como Amazon, Lyft, Netflix y Airbnb son muestras elocuentes de que está cambiando la forma de hacer negocios en sectores tan diversos como la lectura, el transporte, la televisión y el turismo. La clave para la supervivencia está en la adaptación; la alternativa es la extinción.
Soy pasajero esporádico de Transcaribe y frecuente de Uber. Uso la plataforma de vehículos particulares debido a la aún limitada cobertura del sistema de transporte masivo, al disgusto por el necesario regateo con los taxistas, al mal estado de muchos taxis y a la poca amabilidad de no pocos conductores.
He intentado abordar el problema de Uber versus taxi desde distintos ángulos. Mi apreciación es que bloquear la adopción de nuevas tecnologías es simplemente inútil. Si algo sabemos es que las nuevas tecnologías de información y comunicación llegaron para quedarse. Probablemente reemplazarán muchos oficios, como el de Vicente Fernández Fernández, el vendedor de enciclopedias de Luis García Montero en “Alguien dice tu nombre”, transformando nuestro entorno.
Si el gremio de taxistas quiere que su oficio sobreviva, las quejas deben ser reemplazadas por la adaptación. El gremio debería adoptar prácticas similares a las que han hecho de Uber un éxito mundial. Sin mucho esfuerzo, plataformas como Tappsi o Easytaxi podrían implementar el pago por tarjeta de crédito, cobrar por distancia recorrida y tiempo de espera, calificar el servicio, conocer la reputación de su conductor y seleccionar el tipo de automóvil.
Uber, además, encierra otro reto mayúsculo, asociado a la innovación. La diversidad de servicios que ofrece alrededor del mundo en su plataforma es sorprendente: Uberpool, para compartir vehículo; Uberpets, para mascotas; Uberacces, para personas con discapacidad; y muchos otros que tarde o temprano llegaran al país.
Adoptadas estas medidas y aprovechando de buena manera la creatividad criolla, no dudo que los taxistas tradicionales tendrían ventajas sobre personas que esporádicamente se dediquen a hacer una que otra carrera en Uber.
Si queremos ciudades sostenibles, abiertas y competitivas, debemos abrazar la aparición de nuevas tecnologías y adaptarlas al contexto. Uber no está solo. Otras plataformas como Amazon, Lyft, Netflix y Airbnb son muestras elocuentes de que está cambiando la forma de hacer negocios en sectores tan diversos como la lectura, el transporte, la televisión y el turismo. La clave para la supervivencia está en la adaptación; la alternativa es la extinción.
viernes, 10 de junio de 2016
Movilidad como derecho
El Universal, 10 de Junio de 2016 12:00 am (Disponible aquí)
Cartagena al fin conoció las bondades de un Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM). Muchos cartageneros que no conocen otras urbes con SITM, ahora saben, gracias a Transcaribe, que es posible tener una mejor ciudad, soñar con un futuro sostenible e incluyente.
Pero este muy anhelado proyecto exige el cuidado de todos: usuarios, administradores y gobierno. Los ciudadanos debemos ser conscientes de su importancia y de su rol como sistema articulador de la movilidad. Debemos tener sentido de pertenencia y cuidarlo. Transcaribe es una excusa muy oportuna para construir ciudadanía responsable y fomentar el respeto por las normas.
La administración de Transcaribe, por su parte, debe garantizar que el sistema opere muy bien, de tal manera que se pueda potenciar toda su capacidad. El reto no es minúsculo: se movilizan aproximadamente hasta 50 mil usuarios al día y la meta es llevarlo cuanto antes hasta los 500 mil viajes diarios. Es una meta lejana, pero alcanzable. Depende de que las rutas tradicionales salgan del sistema, del proceso de chatarrización y del aumento en cobertura.
La cobertura es fundamental, por lo cual se impone la necesidad de articular a Transcaribe con otros modos de transporte. Con tarifa integrada, los cartageneros podrán moverse libremente por su territorio (incluyendo la zona insular y los municipios aledaños), usando los caños y lagunas al igual que hoy usan las avenidas, y usando bicicletas y zonas peatonales con árboles que den sombra.
Es necesario que la administración distrital ponga en marcha rápidamente un esquema que permita la sostenibilidad a largo plazo del proyecto sin descuidar su necesaria ampliación, dado que se planteó hace más de una década. El aumento de la cobertura en gran medida contribuirá a cerrar brechas de ingresos, dadas las características de la demanda. Si el alcalde le apuesta a una ciudad incluyente, Transcaribe debería ser su proyecto bandera. Lamentablemente, a juzgar por la manera como figura en el Plan de Desarrollo, no hay mucho con qué soñar.
Las brechas existentes en la Cartagena de hoy se desdibujan lentamente cuando, por ejemplo, el transporte público genera espacios de interacción entre residentes de barrios distintos y diferentes niveles de ingreso. Transcaribe debe ser el medio de transporte que todos podemos y queremos usar. Debe servir para que turistas y residentes se aproximen de una manera distinta a una ciudad sin barreras, que brinde el derecho a la movilidad y la apropiación del territorio para todos sus habitantes.
Solo se necesita el compromiso de todos y cada uno.
Cartagena al fin conoció las bondades de un Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM). Muchos cartageneros que no conocen otras urbes con SITM, ahora saben, gracias a Transcaribe, que es posible tener una mejor ciudad, soñar con un futuro sostenible e incluyente.
Pero este muy anhelado proyecto exige el cuidado de todos: usuarios, administradores y gobierno. Los ciudadanos debemos ser conscientes de su importancia y de su rol como sistema articulador de la movilidad. Debemos tener sentido de pertenencia y cuidarlo. Transcaribe es una excusa muy oportuna para construir ciudadanía responsable y fomentar el respeto por las normas.
La administración de Transcaribe, por su parte, debe garantizar que el sistema opere muy bien, de tal manera que se pueda potenciar toda su capacidad. El reto no es minúsculo: se movilizan aproximadamente hasta 50 mil usuarios al día y la meta es llevarlo cuanto antes hasta los 500 mil viajes diarios. Es una meta lejana, pero alcanzable. Depende de que las rutas tradicionales salgan del sistema, del proceso de chatarrización y del aumento en cobertura.
La cobertura es fundamental, por lo cual se impone la necesidad de articular a Transcaribe con otros modos de transporte. Con tarifa integrada, los cartageneros podrán moverse libremente por su territorio (incluyendo la zona insular y los municipios aledaños), usando los caños y lagunas al igual que hoy usan las avenidas, y usando bicicletas y zonas peatonales con árboles que den sombra.
Es necesario que la administración distrital ponga en marcha rápidamente un esquema que permita la sostenibilidad a largo plazo del proyecto sin descuidar su necesaria ampliación, dado que se planteó hace más de una década. El aumento de la cobertura en gran medida contribuirá a cerrar brechas de ingresos, dadas las características de la demanda. Si el alcalde le apuesta a una ciudad incluyente, Transcaribe debería ser su proyecto bandera. Lamentablemente, a juzgar por la manera como figura en el Plan de Desarrollo, no hay mucho con qué soñar.
Las brechas existentes en la Cartagena de hoy se desdibujan lentamente cuando, por ejemplo, el transporte público genera espacios de interacción entre residentes de barrios distintos y diferentes niveles de ingreso. Transcaribe debe ser el medio de transporte que todos podemos y queremos usar. Debe servir para que turistas y residentes se aproximen de una manera distinta a una ciudad sin barreras, que brinde el derecho a la movilidad y la apropiación del territorio para todos sus habitantes.
Solo se necesita el compromiso de todos y cada uno.
viernes, 8 de abril de 2016
Orar y plan de desarrollo
El Universal. 8 de Abril de 2016 12:00 am (Enlace)
Colombia atraviesa por un momento histórico trascendental. A partir de la posible firma del acuerdo con las FARC y del inicio de negociaciones con el ELN, muchos colombianos esperamos estar viviendo el preludio de una Colombia en paz y próspera.
Pero la paz parece cada día más esquiva. El caldeado y a veces maloliente ambiente político, el fenómeno de El Niño y su fantasma del racionamiento, así como las adversas condiciones económicas externas, alimentan el pesimismo y la desazón.
En el contexto externo, la desaceleración del crecimiento económico mundial afectó los precios de metales y minerales, en especial del petróleo, dos de los principales productos de exportación colombianos. Estos dos bienes transables en el mercado mundial aportan el 67% del valor de las exportaciones nacionales.
Cambios como este en el frente internacional tienen hoy en aprietos al gobierno central, que enfrenta la seria posibilidad de un déficit fiscal de casi 4 puntos porcentuales del PIB, que amenaza la estabilidad de la economía colombiana.
Este escenario adverso afecta la posibilidad de fortalecer la inversión pública nacional, por lo que el desafío de preparar las condiciones de la paz territorial recae en gran medida en las regiones y en los gobiernos locales.
El primer paso para que Cartagena aporte a la paz es que el recién elegido alcalde y su equipo tengan un plan de desarrollo acorde con estos retos. Sin embargo, el documento base presentado hace poco, pieza infaltable si queremos avanzar en construir la paz, aún no tiene indicadores que permitan identificar metas claras.
No se trata de voluntarismo político ni de actos de fe, sino de oportunidades reales. Por ejemplo, del millón de habitantes o más que tiene la ciudad, sólo 224 mil tienen un empleo formal, y la mayoría (70%) gana menos de dos salarios mínimos. Casi la misma cantidad de personas, 190 mil, debe rebuscarse su sustento diario en la informalidad.
Para efectos del plan, debe quedar claramente planteada cuál es la meta en generación de empleos. De lo contrario no se sabrá qué opciones tendremos para ofrecer a los cartageneros y a los posibles desmovilizados.
Sopesando el reto que enfrentamos en contextos, por demás, poco favorables, no basta con tener fe en que la ciudad será en los próximos cuatro años un mejor lugar para vivir. Las oraciones por Cartagena no serán suficientes para lograr los cambios que la gente requiere. Se necesita un plan de desarrollo con metas y compromisos claros, que nos lleven a tener una ciudad para la gente.
Colombia atraviesa por un momento histórico trascendental. A partir de la posible firma del acuerdo con las FARC y del inicio de negociaciones con el ELN, muchos colombianos esperamos estar viviendo el preludio de una Colombia en paz y próspera.
Pero la paz parece cada día más esquiva. El caldeado y a veces maloliente ambiente político, el fenómeno de El Niño y su fantasma del racionamiento, así como las adversas condiciones económicas externas, alimentan el pesimismo y la desazón.
En el contexto externo, la desaceleración del crecimiento económico mundial afectó los precios de metales y minerales, en especial del petróleo, dos de los principales productos de exportación colombianos. Estos dos bienes transables en el mercado mundial aportan el 67% del valor de las exportaciones nacionales.
Cambios como este en el frente internacional tienen hoy en aprietos al gobierno central, que enfrenta la seria posibilidad de un déficit fiscal de casi 4 puntos porcentuales del PIB, que amenaza la estabilidad de la economía colombiana.
Este escenario adverso afecta la posibilidad de fortalecer la inversión pública nacional, por lo que el desafío de preparar las condiciones de la paz territorial recae en gran medida en las regiones y en los gobiernos locales.
El primer paso para que Cartagena aporte a la paz es que el recién elegido alcalde y su equipo tengan un plan de desarrollo acorde con estos retos. Sin embargo, el documento base presentado hace poco, pieza infaltable si queremos avanzar en construir la paz, aún no tiene indicadores que permitan identificar metas claras.
No se trata de voluntarismo político ni de actos de fe, sino de oportunidades reales. Por ejemplo, del millón de habitantes o más que tiene la ciudad, sólo 224 mil tienen un empleo formal, y la mayoría (70%) gana menos de dos salarios mínimos. Casi la misma cantidad de personas, 190 mil, debe rebuscarse su sustento diario en la informalidad.
Para efectos del plan, debe quedar claramente planteada cuál es la meta en generación de empleos. De lo contrario no se sabrá qué opciones tendremos para ofrecer a los cartageneros y a los posibles desmovilizados.
Sopesando el reto que enfrentamos en contextos, por demás, poco favorables, no basta con tener fe en que la ciudad será en los próximos cuatro años un mejor lugar para vivir. Las oraciones por Cartagena no serán suficientes para lograr los cambios que la gente requiere. Se necesita un plan de desarrollo con metas y compromisos claros, que nos lleven a tener una ciudad para la gente.
viernes, 4 de marzo de 2016
TRANSCARIBE
GPS (Canal UNO), es un programa de crónicas: un espacio que reivindica el placer de las historias bien contadas.
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