Soy pasajero esporádico de Transcaribe y frecuente de Uber. Uso la plataforma de vehículos particulares debido a la aún limitada cobertura del sistema de transporte masivo, al disgusto por el necesario regateo con los taxistas, al mal estado de muchos taxis y a la poca amabilidad de no pocos conductores.
He intentado abordar el problema de Uber versus taxi desde distintos ángulos. Mi apreciación es que bloquear la adopción de nuevas tecnologías es simplemente inútil. Si algo sabemos es que las nuevas tecnologías de información y comunicación llegaron para quedarse. Probablemente reemplazarán muchos oficios, como el de Vicente Fernández Fernández, el vendedor de enciclopedias de Luis García Montero en “Alguien dice tu nombre”, transformando nuestro entorno.
Si el gremio de taxistas quiere que su oficio sobreviva, las quejas deben ser reemplazadas por la adaptación. El gremio debería adoptar prácticas similares a las que han hecho de Uber un éxito mundial. Sin mucho esfuerzo, plataformas como Tappsi o Easytaxi podrían implementar el pago por tarjeta de crédito, cobrar por distancia recorrida y tiempo de espera, calificar el servicio, conocer la reputación de su conductor y seleccionar el tipo de automóvil.
Uber, además, encierra otro reto mayúsculo, asociado a la innovación. La diversidad de servicios que ofrece alrededor del mundo en su plataforma es sorprendente: Uberpool, para compartir vehículo; Uberpets, para mascotas; Uberacces, para personas con discapacidad; y muchos otros que tarde o temprano llegaran al país.
Adoptadas estas medidas y aprovechando de buena manera la creatividad criolla, no dudo que los taxistas tradicionales tendrían ventajas sobre personas que esporádicamente se dediquen a hacer una que otra carrera en Uber.
Si queremos ciudades sostenibles, abiertas y competitivas, debemos abrazar la aparición de nuevas tecnologías y adaptarlas al contexto. Uber no está solo. Otras plataformas como Amazon, Lyft, Netflix y Airbnb son muestras elocuentes de que está cambiando la forma de hacer negocios en sectores tan diversos como la lectura, el transporte, la televisión y el turismo. La clave para la supervivencia está en la adaptación; la alternativa es la extinción.
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