Daniel Toro Gonzalez*
El Universal. 27 de Diciembre de 2013 12:02 am
Llegó la hora en Cartagena de cambiar los pésimos resultados de los jóvenes de las escuelas públicas y privadas en las pruebas SABER, las cuales miden la calidad de la educación. Hay que romper el círculo perverso para que los hijos de los pobres (con padres de bajo nivel educativo e ingresos) dejen de obtener el peor desempeño académico.
No cambiar esta tendencia hará que se siga ampliando la brecha entre ricos y pobres. Esta deficiencia se transmite principalmente por medio de dos mecanismos: el primero: padres más educados obtienen mejores ingresos y, por ende, envían a sus hijos a mejores colegios; segundo: la calidad y cantidad de tiempo de acompañamiento que los padres pueden dedicar a los hijos.
El Observatorio de la Educación de Cartagena, de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB), con apoyo de la Facultad de Economía y Negocios de esta institución, presentó recientemente los primeros resultados del estudio sobre los factores asociados al rendimiento académico en las escuelas oficiales y privadas de la ciudad. Los resultados muestran que, a la hora de explicar el rendimiento académico, las características de los hogares y el ambiente familiar de los niños importan tanto como el colegio donde estudian.
El informe del Observatorio reafirma otros resultados obtenidos hace más de una década por los investigadores Alejandro Gaviria y Hugo Barrientos. Igual que en Colombia, la calidad educativa de las escuelas de Cartagena no ha cambiado nada en los últimos 12 años. Por el contrario, a escala internacional hemos empeorado según los más recientes resultados de las pruebas internacionales (PISA).
Paradójicamente, la única diferencia destacable entre Cartagena y el resto del país no proviene del diseño de programas especiales ni de la implementación de políticas públicas educativas locales, sino de una sociedad cada día más igualitaria en términos de género. Esta afirmación se basa en que la diferencia en el rendimiento académico entre hombres y mujeres en la ciudad es estadísticamente nula.
Si la pobreza la explica la desigualdad, es justo romper las trampas originadas en el acceso a la educación de calidad.
Podría pensarse en generar oportunidades con base en programas que identifiquen, favorezcan y fortalezcan el acompañamiento a hijos de padres con bajos niveles de educación. Se garantizaría con ello que los niños no se condenen a repetir la historia de privaciones de sus padres. Mejorar las condiciones de estos niños y jóvenes equivale a tener una sociedad más igualitaria en ingresos, conocimiento y oportunidades.
*Decano Facultad de Economía y Negocios, UTB
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