viernes, 23 de febrero de 2024

La hora del bilingüismo

El Universal, 23 de febrero de 2024 (Enlace)

En esta era dominada por los avances de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y la cultura de los nómadas digitales, es imperativo ofrecer una educación que asegure al menos un nivel básico de inglés a nuestros estudiantes. El dominio de un segundo idioma se ha revelado como un instrumento esencial para desarrollar habilidades de comunicación intercultural, para ampliar la capacidad de aprendizaje y las oportunidades de vida de las personas, y para generar mayor equidad y justicia social.

Según la multinacional experta en selección de personal, Hays Colombia, saber inglés aumenta en una tercera parte el salario de un profesional y en 50% sus probabilidades de conseguir un mejor trabajo. Sin embargo, a pesar de que la relación positiva entre bilingüismo, rendimiento académico y desempeño laboral está ampliamente respaldada por la investigación, sorprende que aún no hayamos capitalizado este vínculo para mejorar la calidad educativa. Es cierto que existen desafíos en la implementación de políticas bilingües, como la disponibilidad de docentes cualificados, pero la tecnología puede ser gran aliada.

Diversas escuelas y universidades en el mundo y en Colombia están incorporando la inteligencia artificial para crear sistemas de tutorías individualizadas, y se cuentan no pocas plataformas diseñadas para alcanzar metas específicas en el aprendizaje de otras lenguas.

Colombia cuenta con algunos ejemplos de políticas de bilingüismo, como el programa ‘Barranquilla Bilingüe’ en la capital del Atlántico. Asimismo, países tradicionalmente monolingües han adoptado políticas similares: Francia, por ejemplo, modificó su política de exclusividad del francés en la educación superior, al notar que sus universidades podían quedar relegadas del mundo científico.

El estado de Massachusetts (EE. UU.), reconocido por su sector educativo de vanguardia, promulgó la Ley de Oportunidades Lingüísticas para Nuestros Hijos (LOOK Act) en 2017. Para materializar esta regulación, la Universidad de Massachusetts (Amherst) creó el Centro Bilingüe del Oeste de Massachusetts, con el fin de formar docentes bilingües y apoyar la implementación de programas bilingües en las escuelas estatales.

Estos ejemplos pueden servir para el diseño de una ruta propia en territorios que así lo requieren, como Cartagena y Bolívar. Es crucial que las nuevas administraciones locales tomen la iniciativa de diseñar e implementar políticas de bilingüismo para que los jóvenes tengan un futuro que trascienda el mototaxismo y la informalidad.

*Vicerrector Académico (UTB) y Coordinador del Western Massachusetts Bilingual Hub (Universidad de Massachusetts, Amherst).

viernes, 12 de mayo de 2023

Satisfacción y desempeño educativo

El Universal, 12 de mayo de 2023 12:00 AM (Enlace)

Los indicadores recién presentados en la encuesta de percepción ciudadana de Cartagena Cómo Vamos (CCV) son muy llamativos. Primero, porque la satisfacción de los ciudadanos con la educación supera el 80%; y, segundo, porque en el caso particular de la atención a primera infancia, la cifra asciende al 86%.

No obstante, los datos de desempeño contrastan con este aparente positivo nivel de satisfacción. CCV reporta que el 86% de los colegios oficiales tuvo un desempeño bajo en las pruebas Saber 11 (Icfes). Además, según los datos más recientes de estas pruebas estatales (2022), en Cartagena los colegios privados se ubican en promedio 50 puntos por encima de los oficiales. Esta brecha es mucho más amplia que la observada en el país, donde la diferencia es de 30 puntos. Dicho de otra forma, un estudiante de un colegio oficial de Cartagena tiene una desventaja de casi 20% respecto al resultado promedio de un par de colegio privado.

¿Se imaginan lo que representa para un joven iniciar una carrera de 100 m partiendo 20 m atrás? ¿Cómo entendemos la alta satisfacción ciudadana? ¿Por qué los cartageneros somos benévolos con un sistema que muestra tan pobre desempeño?

En 2019, investigadores de la Universidad de Salento propusieron un instrumento especializado para medir la satisfacción en las escuelas italianas. Una de sus principales preocupaciones era que las mediciones de satisfacción se desarrollaron con el fin de evaluar el desempeño de negocios y la percepción de sus clientes con respecto a su calidad. De allí el concepto pasó a la administración pública con no pocas preocupaciones sobre la idoneidad de estos indicadores, que intentan evaluar organizaciones sin ánimo de lucro —como las escuelas— fuera del contexto cliente-producto.

Según el estudio, es probable que los criterios que los padres consideran como satisfactorios sean diferentes a los asociados a la calidad de la educación. Por ejemplo, si la posibilidad de trabajar de un padre o de una madre depende de enviar su hijo al colegio, el solo hecho de que el niño asista a la escuela puede generar satisfacción. Otro elemento estaría relacionado con la capacidad de juzgar qué es una educación de buena calidad cuando nunca se ha recibido.

Las familias juegan un rol muy importante en la educación de los jóvenes. Es necesario, entonces, escucharlas y hacerlas partícipes del proceso formativo, pero ajustando los instrumentos de medición de sus percepciones para que sean más útiles en el diseño de estrategias y políticas educativas.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Vicerrector Académico, UTB.

lunes, 31 de octubre de 2022

Retos y perspectivas para el desarrollo de Cartagena

Daniel Toro González

Foro: Planeación territorial, un sueño posible

28 de octubre de 2022

El Universal






Buenos días, muchas gracias por la invitación.


Un saludo especial a todos los panelistas y asistentes.  


Espero que las discusiones e ideas presentadas en este evento sirvan para avanzar en el propósito común que nos reúne, hacer de Cartagena un sueño posible. Espero también con estas reflexiones finales, aportar en algo al logro de este sueño.


Desde las teorías del crecimiento económico formuladas en los años 50 por Paul Samuelson (Nobel de 1970) y especialmente por Robert Solow (Nobel de 1987) y de su evolución, sabemos a grandes rasgos, que el crecimiento económico se fundamenta en tres componentes: capital humano, capital físico y tecnología. Lo que nos han demostrado al menos siete décadas de revisión de estas teorías de crecimiento, es que los tres componentes revisten igual importancia y no es posible lograr avances sustantivos si los tres no se desarrollan de manera equilibrada.  


Capital Humano


No obstante, respecto del fenómeno de crecimiento económico urbano, de acuerdo con Edward Glaeser, Director del programa de investigación urbano del Centro para el Desarrollo Urbano de LSE, el capital humano es de lejos, el factor que mejor explica el éxito de las ciudades. Todas las ciudades exitosas tienen algo en común, para prosperar, deben tener la capacidad de formar, retener y atraer personas inteligentes y permitirles conectarse y trabajar colaborativamente. No existe ninguna ciudad exitosa sin un tejido fuerte de capital humano


Si pudiéramos pensar en diseñar una ciudad (o país) ideal, de acuerdo con Angus Deaton (Premio Nobel de Economía en 2015) deberíamos considerar una democracia amplia y participativa, una institucionalidad robusta que provea ley y orden, ausencia de pobreza, una alta expectativa de vida, y buena salud, la mayoría de estos aspectos están claramente relacionados con el capital humano. 


Pensemos entonces si Cartagena de Indias puede asociarse a esta idea o al camino que puede llevarnos a ella. ¿Tenemos los cartageneros las mismas oportunidades de llevar una vida plena independientemente de en qué barrio hayamos nacido? Una forma de medir la igualdad de oportunidades es mirar la relación entre los ingresos de padres e hijos. En una sociedad perfectamente móvil, con igualdad de oportunidades, mis ingresos no deberían depender de los de mi padre, por el contrario, en una sociedad de castas, que es el otro extremo, los trabajos (con sus ingresos) se heredan de una generación a otra. ¿Qué tipo de sociedad tenemos hoy en Cartagena? ¿A cuál nos parecemos más a una sociedad móvil o a una de castas?


En reciente publicación sobre el sector educativo en Colombia publicada por Dejusticia, titulada La Quinta Puerta, los autores Juan Camilo Cárdenas, Leopoldo Ferguson y Mauricio García Villegas cuentan la historia de cómo la educación en Colombia agudiza las desigualdades en lugar de remediarlas. Resaltan que la desigualdad del ingreso implica dos grandes problemas en el sector educativo: por un lado, produce desigualdad de oportunidades de aprendizaje y por el otro, genera segregación social de estudiantes en distintos tipos de colegios. En este aspecto, al menos, el sistema educativo colombiano pareciera llevarnos menos a la movilidad y más a las castas.


Para el caso de Cartagena los resultados de las pruebas Saber 11 son contundentes, de acuerdo con el análisis consolidado por Cartagena Cómo Vamos, de las 14 principales ciudades del país, “Cartagena fue la cuarta ciudad con resultados más bajos en educación”. Adicionalmente, “mientras el total de colegios privados que alcanzaron las categorías (más altas) A+ y A pasaron del 44% en 2019 al 47% en 2021, en los oficiales la proporción disminuyó, del 8% al 3%. El 86% de los colegios oficiales están en las categorías C y D en 2021”. ¿Movilidad social o castas?


Si hay una deuda urgente que debemos saldar como sociedad para lograr una oportunidad, es la de mejorar la calidad de la educación inicial, básica, media y superior.


Tecnología


La tecnología, su desarrollo, difusión y uso, están profundamente vinculadas al capital humano. Sin la tecnología desarrollada en Europa durante el periodo de industrialización entre los siglos XVIII y XIX, la cual permitió el abaratamiento de los costos de transporte y el aumento de la productividad, no hubiera sido posible escapar a la distopía maltusiana. La tecnología hoy permite que la producción de alimentos en el mundo supere la demanda. El gran problema, como lo demostró Amartya Sen en su tesis de grado, es su distribución, la inequidad y la desigualdad.   


En general, es necesario acumular suficiente capital humano para lograr el mejor aprovechamiento de lo que el conocimiento humano hoy ofrece, adoptarlo y adaptarlo. Además, aprovechar la riqueza natural para generar nuevas oportunidades de productos y servicios que ayuden a la generación de empresas formales y productivas.  


La combinación de capital humano, tecnología e inversión puede abrir la puerta a una ciudad con una producción más compleja en el sentido de Ricardo Hausmann. Ningún país ha salido de la pobreza exportando materias primas. El Atlas de complejidad económica de Hausmann nos permite vislumbrar una vía hacia la prosperidad. Debemos y podemos pensar en clave de industrias del futuro, el bienestar, la recreación, la salud, la industria 4.0 y 5.0, los servicios y las industrias en movimiento, sin negar que el turismo, la industria tradicional y los puertos pueden darnos la palanca para dar el paso a sectores de mayor generación de valor agregado. 


Debemos hacer mejor uso de los recursos con los que contamos, optimizarlos y potenciarlos. Echar mano de los Einsteins muertos por un puñal en una pelea de pandillas o de las Marie Curies que han quedado embarazadas siendo niñas. Si no nos conduele la pobreza y la miseria a la que están sujetos miles de cartageneros diariamente, los invito entonces a que pensemos en ellos como potenciales generadores de riqueza y actuemos más rápido en proveerles oportunidades. 



Capital Físico


¿Qué entendemos por capital físico? Son todos los activos que pueden generar producción, entre ellos, las casas, lotes, terrenos o bienes inmuebles localizados en el territorio nacional, los mismos que serán inventariados en el catastro multipropósito. Algunos de estos elementos están incluidos en el Índice de Competitividad de Ciudades (ICC) como el pilar de infraestructura y equipamiento que hace parte de las condiciones habilitantes del territorio. En este ICC Cartagena ocupa un penoso puesto 13 del país, después de Neiva, Ibagué, Armenia y Popayán. 


Debemos pensar en cómo lograr el fortalecimiento de la administración pública, eficiente y efectiva. Que permita avanzar en los proyectos estratégicos de la ciudad. Por encima de las exenciones tributarias, que pueden tener algunos efectos en el corto plazo para atracción, pero no son sostenibles. Estos recursos son necesarios para generar las condiciones asociadas a una vida plena, ni siquiera digna, plena de todos los cartageneros. Pensar una ciudad mejor, para los cartageneros.


Las ciudades pobres son muy similares en cualquier lugar del mundo, pero las ciudades exitosas se diferencian unas de otras, tienen identidad, y aunque Cartagena está casi que inexorablemente amarrada a su pasado y el determinismo histórico ejerce gran peso en nuestras perspectivas de futuro, no necesariamente debemos estar definidos por este. 


Cartagena hace apenas 200 años fue una ciudad abierta al mundo, multilingüe y con estrechos lazos con otras naciones, especialmente de caribe, sin embargo hoy no tenemos siquiera superada la prueba de la comunicación en nuestro idioma oficial.   


Debemos abrazar y celebrar el esfuerzo por avanzar en el catastro multipropósito para la correcta administración del territorio con criterios de sostenibilidad. Debemos avanzar decididamente en el ordenamiento territorial y en su administración. 


En resumen, mejorar la calidad de la educación con oportunidades para todos, propiciar la absorción y adopción tecnológica y administrar mejor los recursos físicos y productivos son la clave para lograr la generación de riqueza necesaria que nos permita como sociedad implementar las mejoras en la calidad de vida que todos los cartageneros deseamos.


Una ciudad que como, Deaton lo planteó, tenga una alta expectativa de vida de sus habitantes, que tengan buena salud, sin pobreza, con democracia e instituciones robustas. Si de algo tengo claridad después de hacer parte de esta comunidad por más de 33 años, es de la resiliencia de su gente. El sueño de una Cartagena de oportunidades debe ser posible.


Muchas gracias.


miércoles, 22 de junio de 2022

Cobertura en Educación Superior, una propuesta para el próximo cuatrienio

Daniel Toro González, 18 de junio de 2022.

Esta reflexión pretende poner en discusión uno de los mayores retos de la política pública de educación superior en Colombia: ampliar la cobertura, con el fin de construir una sociedad más justa y que siente las bases para una mayor prosperidad en el futuro. Este desafío se puede resumir en las siguientes preguntas: ¿Es posible ampliar el acceso de los y las jóvenes a la educación superior?¿De qué manera se hace posible? ¿Con quiénes puede lograrse ésta meta inaplazable para un país que debe ampliar las oportunidades y garantizar el derecho a la educación? ¿Cuánto cuesta garantizar este derecho?

¿Dónde estamos y adónde queremos ir?

Los jóvenes colombianos con edad para entrar a la educación superior -de 17 a 21 años- rondaron los 4,2 millones de personas en 2020 . Sin embargo, según el Sistema de Información de Educación Superior (SNIES), un poco más de la mitad, el 51%, logró entrar a cualquier modalidad de educación terciaria. Nuestro país muestra un notorio avance, sin duda, a juzgar porque en 2010 esta cobertura rondaba el 39%; pero aún estamos lejos de lograr el éxito de países cuyas políticas públicas nos dispusimos a seguir, como sucede con los países de la OECD, donde el 79% de su población joven tiene garantizado este derecho fundamental (Enlace).

Podemos empezar a ilustrar la dimensión de este reto examinando la estructura de la educación superior colombiana. De los 2,3 millones de jóvenes matriculados en 2020, el 65% son estudiantes universitarios, el 25% asiste a programas tecnológicos, el 3% a programas técnicos y el restante 7% son estudiantes de posgrado (especialización, maestría o doctorado). De la matrícula total, el 80% corresponde a programas presenciales, lo que muestra el avance en cobertura de los programas a distancia, en especial los virtuales, con la pandemia por Covid-19; esta oferta representa cerca del 20% de los programas, casi el doble de su aporte en 2010, del 11%. 

Una de las cuestiones a resolver para el próximo gobierno es ¿cómo puede configurarse una estrategia de ampliación de cobertura de educación superior que sea sostenible, teniendo en cuenta la estructura del sector, las limitaciones de la oferta y las características del sistema mixto (oficial y privado) con el que cuenta hoy Colombia?

El desafío consiste entonces en plantear un esquema que permita avanzar en el cierre de la brecha de cobertura en educación superior que se cuantifica, como se expone según los datos, como la diferencia entre la población entre 17 y 21 años (4,2 millones) y los estudiantes matriculados (de 2,3 millones). En otras palabras, el reto es cubrir cerca de 1,8 millones de jóvenes sin acceso efectivo a este derecho. 

Miremos al futuro 

Partamos la reflexión considerando el desempeño de las que las universidades oficiales, que pasaron de tener en sus aulas a 927 mil estudiantes en 2010, a 1,2 millones en 2020 (276 mil estudiantes nuevos en once años). Esta cifra muestra el norte que debe orientar, al menos en el corto plazo, las acciones de las IES públicas para avanzar en la reducción de la brecha en cobertura. Según la información, la tasa de crecimiento promedio de la matrícula en estas universidades es del 2,5% cada año, con lo cual le tomaría a las instituciones oficiales 35 años para cubrir la brecha de 1,8 millones de estudiantes en sus aulas; esto significa que para cerrar la brecha total de cobertura, deben pasar de 1,2 millones de estudiantes a cerca de 3 millones de alumnos atendidos. Para las universidades privadas, a pesar de que la tasa de crecimiento anual observada en el mismo periodo (2010-2020) fue superior, del 4,6% anual, el número de años necesarios es también alto, 22 años para llegar a la meta de 3 millones. 

Desde el enfoque de la gratuidad, las universidades públicas tienen una capacidad de respuesta limitada y, además, mediada por la transferencia de recursos de distintos niveles de gobierno. Por esta razón -principalmente ante la limitación de infraestructura física-, se puede colegir que la ampliación de la cobertura deberá financiarse con el aumento de las transferencias a las IES oficiales; al engrosarse su capacidad presupuestal y dando un uso óptimo a estos recursos, estos se podrían orientar a ampliar la oferta. Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones actuales de infraestructura física y tecnológica, la disponibilidad presupuestal y de financiación, es poco probable que se puedan ampliar las capacidades del sector oficial, de tal manera que se logre integrar a todos los estudiantes que quedan por fuera del sistema. Por ello, el cierre de la brecha en educación superior es inalcanzable en el mediano plazo si no se trabaja con todas las instituciones de educación superior del sistema, independientemente que estas sean oficiales o privadas.

La dimensión financiera del reto

Podemos acercarnos a  cuantificar el tamaño del esfuerzo presupuestal y financiero que nos permita como sociedad dar oportunidades a todos los jóvenes colombianos. Tomemos el programa bandera -nunca alejado de polémica- de los últimos gobiernos: Ser Pilo Paga (SPP). El costo anual de SPP fue de 2 billones para los 40 mil estudiantes que entraron al programa, lo que implica un costo cercano de $12,5 millones anuales por estudiante (Enlace). Otras fuentes estiman el costo total del programa en $4 billones (Enlace), caso en el cual la matrícula anual rondaría los 25 millones anuales por alumno. 

Ahora, asumamos dos supuestos: que el valor de matrícula anual sea equivalente al 50% del total del gasto anual por estudiante de SPP, y que tomemos como referencia el valor más alto del costo total del programa (de $4 billones). En ese caso, el costo de la matrícula anual sería de 12,5 millones de pesos por estudiante. Con este valor promedio de matrícula anual, financiar la brecha de 1,8 millones de estudiantes costaría unos $23 billones anuales. 

Si se toma el nuevo valor de referencia (costo promedio de matrícula de estudiantes) del SNIES, de $5 millones semestrales o $10 millones anuales, cerrar la brecha en educación superior costaría al año cerca de 19 billones. A todas luces, estos montos -incluso en los casos más bajos- son inalcanzables según las realidades presupuestales del país, ya que el presupuesto nacional destinado a inversión en educación rondó los $50 billones en 2020 (Enlace). A esta dificultad se debe sumar un toque de sensatez: es poco realista esperar que haya una brecha de cobertura de cero. 

Por esta razón, una meta razonable es alcanzar el nivel de cobertura del 79% de los países de la OECD para el año 2030. Es posible lograrlo si la cobertura nacional de educación superior sigue creciendo a un ritmo de 2,3% anual por los próximos 10 años; se trata de un escenario realista, toda vez que la cobertura en educación superior ha crecido cada año, entre 2010 y 2020, el 3,6%. No obstante, como ya lo mencionamos, la dinámica de las universidades oficiales y privadas ha sido diferente: mientras la matricula en las instituciones oficiales creció cada año 2,7% durante todo el período, las privadas duplicaron este crecimiento con una tasa de 4,6% anual.

A manera de propuesta

Si Colombia desea reducir para 2030 la brecha de cobertura en educación superior tomando como referencia los estándares actuales de la OECD, el país deberá lograr una cobertura cercana al 70% en 2026, año de cierre del próximo cuatrienio presidencial. Esto implica dar oportunidades a 412 mil estudiantes durante los próximos cuatro años (a razón de 100 mil cada año). Esta meta es difícil de alcanzar si se pretende incorporar la totalidad de estudiantes nuevos en solo un tipo de institución, sean oficiales o privadas. Para tener un plan viable hay que avanzar en cobertura contando con IES oficiales y privadas, que puedan asumir las matrículas adicionales según la distribución actual de matrícula (un 50% cada grupo). En este escenario, las universidades oficiales asumirían aproximadamente 50 mil estudiantes nuevos al año al igual que las privadas; se trata de un esfuerzo titánico, considerando que todo el programa SPP cubrió a 40 mil estudiantes en cuatro años. 

A pesar de tamaño esfuerzo, ingresar a 100 mil nuevos estudiantes al año en educación superior no es presupuestalmente inviable para ambas IES; esto costaría alrededor de medio billón de pesos al año, considerando una matrícula promedio de $5 millones; en cuatro años esto significa un costo aproximado de $2 billones. Si el esquema de financiación es compartido entre el Estado, las IES y los estudiantes, implicaría una estructura más realista y alcanzable. Por ejemplo, en un escenario donde el Estado asume el 50%, y las IES y los estudiantes un 25%, el plan tendría un costo total de $1 billón, aproximadamente un punto del PIB; el otro billón sería asumido por las IES y por los estudiantes de manera equitativa. Esta alternativa permitiría alcanzar la meta de cobertura cercana al 70% en 2026, abonando el camino para el cierre de la brecha en cobertura respecto de los países de la OECD a 2030 (del 79%).

No obstante, el principal mensaje de lo expuesto es que no es posible avanzar en cobertura de manera significativa sin contar con las universidades oficiales y privadas. Las soluciones unívocas (o de esquina, como se expresaría un economista, para decir que se deja en unas solas manos la solución) no son viables, por lo que es indispensable diseñar una propuesta que aproveche la existencia de un esquema mixto de oferta de la educación superior. La propuesta de incorporar 50 mil estudiantes en universidades privadas y otros 50 mil en universidades públicas es financieramente viable.

Sin duda, el diseño de una política de cierre de brechas en educación superior debe estar además acompañada de un análisis sobre la calidad de la educación y cómo garantizar la maximización del efecto que la ampliación en la cobertura pueda tener en términos de aumento en la productividad. Sin este componente, los esfuerzos por incluir a más jóvenes a programas de formación terciaria pueden ser en vano.

domingo, 3 de abril de 2022

Palabras ceremonia de escalafonamiento de profesores 2022

30 de marzo de 2022



Bienvenidos, 


Señor Rector Alberto Roa Varelo,

Vicerrectora Administrativa, Rosario Gutierrez de Piñerez

Decanos, profesores y miembros de nuestra comunidad UTB.


Es un gran honor para mí estar hoy con ustedes compartiendo este momento. El proyecto de Nuevo Estatuto inició desde hace más de cuatro años y cierra hoy su primer ciclo. Fue un proyecto retador en el que todos aportamos. Estoy convencido de que logramos un apropiado balance entre los aspectos académicos y los administrativos, contribuyendo a nuestros objetivos misionales y a la sostenibilidad institucional. Estoy seguro que nos falta camino por recorrer en nuestro desarrollo como institución y hay, sin duda, aspectos que mejorar del estatuto, pero también estoy confiado en afirmar que hemos dado pasos significativos en el objetivo fijado en nuestro plan estratégico a 2025 el cual indica que  “…seremos una universidad que logra atraer y retener estudiantes, profesores y socios estratégicos.”


El reflejo de esta apuesta institucional es el testimonio de cada uno de ustedes, los profesores de la UTB. Siempre atentos, siempre dispuestos y en constante (y difícil) búsqueda del balance perfecto entre las actividades de docencia, investigación, extensión y gestión académica. Tal y como lo declara nuestro estatuto, el arquetipo del profesor UTB es “... un profesional altamente calificado, apasionado por el saber, por la construcción y pertinencia social del conocimiento y comprometido con la transformación de su entorno y con los procesos de aprendizaje de sus estudiantes. Pone al servicio de los mismos sus aptitudes, conocimientos y habilidades para contribuir a su desarrollo integral, a la consolidación de un carácter ético y a la promoción de una actitud crítica frente al conocimiento.”


Este rol, como profesores en momentos tan inciertos como los años de pandemia que hemos vivido y también durante estos meses de celebración democrática, que tristemente nos muestran lo poco que nos escuchamos los unos a los otros, se torna esencial. No es fácil ser profesor, y ha sido especialmente cierto durante la pandemia. En esta profesión cargamos con el peso del futuro de semestre en semestre y entre semestres nos preparamos para hacerlo mejor en el próximo. Estamos en función de nuestros estudiantes mucho más tiempo que el que estamos con nuestras familias. Por supuesto, no es en vano, la semilla de la transformación y del progreso sostenible e incluyente se incuba en nuestras aulas.


Para el primer período del 2020 de acuerdo con datos del SNIES - MEN había en Colombia aproximadamente 140 mil profesores universitarios, este número se redujo en aproximadamente 15 mil para el segundo periodo del primer año de la pandemia, llegando a 126 mil. Una contracción aproximada del 10%. 


La subcategoría más estable entre estos fue la de profesores doctores, que se mantuvo alrededor de los 19 mil doctores, que representan el 15% del total de la planta universitaria docente nacional, en la UTB dan cuenta de más del 33%, duplicando la tasa nacional. Del total de los 126 mil profesores universitarios en Colombia 50 mil son profesores de tiempo completo, lo cual representa el 40%. A nivel nacional solamente el 15% de los profesores tienen contrato a término indefinido (75% de los de tiempo completo), en la UTB todos los profesores de planta contamos con esta garantía de estabilidad.


El contraste de las cifras de la UTB con el panorama nacional muestran el compromiso de la institución con la calidad, reflejada en lo más importante en una universidad, su capital humano, sus profesores. 


La convocatoria 2021 nos permitió evolucionar hacia una estructura que refleja el carácter y la madurez institucional, se redujo la proporción de profesores escalafonados como Instructores (antes Auxiliares) pasamos de un 37% a 21%. Aumentó significativamente la proporción de profesores Asistentes, pasando de 27% a 42%. La proporción de profesores escalafonados en la categoría de Asociados se mantuvo en 31% y la categoría de Titulares se enriqueció con la llegada de nuestras dos primeras profesoras a esta categoría pasando de representar el 5% al 7%. Esta evolución es el resultado del esfuerzo de todos ustedes. 

 

No ha sido una tarea sencilla avanzar en la visión de la UTB, especialmente en lo relacionado con la atracción y retención de profesores. Ha sido retador, especialmente en los últimos dos años. Ha costado un gran esfuerzo avanzar en este propósito. Las circunstancias han sido más que adversas. Lo único que no nos ha faltado como comunidad es determinación, compromiso y dedicación para sacar adelante esta joya de la ciudad y de la región.  


Avanzar en el propósito de ser una institución capaz de atraer y retener el mejor talento, cuando el contexto que nos rodea no cuenta con las condiciones necesarias para valorar claramente las diferencias en calidad tiene sus complicaciones. No obstante, nuestro compromiso indeclinable con una educación de alta calidad en Cartagena no está condicionado al contexto, es nuestra cultura institucional, es como somos, es una convicción. 


Una de las constantes en la vida son los obstáculos, y para llegar aquí hoy ha implicado una cuota de sacrificio y esfuerzo. Lo que quiero reiterarles a todos, a ustedes los profesores de la UTB, es nuestro compromiso en ayudarles a sobrepasar los obstáculos al desarrollo de su vocación y contribuir así al éxito de sus estudiantes, nuestros estudiantes, que son al mismo tiempo una extensión de sus familias, de nuestras familias, de la ciudad, de la región y del país. 


Mis más sinceros reconocimientos a todos en este día, felicitaciones y gracias por hacer de la UTB la mejor universidad.


jueves, 4 de noviembre de 2021

Palabras Gala de los Mejores 2021

Daniel Toro González, miércoles, 3 de noviembre de 2021


Buenos días, señor Rector, Vicerrectora, Decanos, directivos, profesores y miembros de esta comunidad UTB.

Es para mi un placer compartir con ustedes este momento, dedicado a resaltar y honrar el trabajo de quienes han logrado lo que antes de marzo del 2020 parecía imposible. Si nos hubieran preguntado en febrero del 2020 cuánto tiempo y recursos nos tomaría llevar todas las actividades académicas a un esquema remoto, el tiempo incluso para estimar estos montos se hubiera contado en meses, en el mejor de los casos. No obstante, una vez enfrentados a la pandemia, la transición de emergencia no nos tomó más de una semana. Por supuesto, la rápida transición hacia nuevos medios educativos fue posible solamente por el compromiso del equipo técnico, académico y administrativo que permitió resolver los múltiples retos, pero sobre todo, a la dedicación, compromiso y flexibilidad de todos nuestros profesores.

Esta Gala de los Mejores esta dedicada a resaltar el trabajo de los profesores, protagonistas del cambio, quienes facilitaron una transición rápida a la Docencia Remota soportada en Tecnologías de Información y Comunicaciones – DoReTIC y en general permitieron dar continuidad a las funciones sustantivas de la universidad manteniendo los valores institucionales de liderazgo, excelencia, respeto, servicio, responsabilidad social, compromiso con el logro y transparencia.

Dice Derek Book, ex rector de la Universidad de Harvard  en su libro “El reto de reformar las universidades” que las encuestas muestran que la mayoría de los profesores nos consideramos mejores que el promedio (Bok, 2017). Que yo recuerde esto sólo sucede también con conductores pasados de copas. No sobra aclarar que no estoy sugiriendo la existencia de ninguna relación causal entre estos dos subconjuntos. Pero fuera de broma, a veces tendemos a ser tan autocomplacientes con nuestro trabajo como críticos con el de nuestros pares, resalta Bok que “La clave para superar la autocomplacencia es obtener mejor evidencia de nuestro desempeño”. Esto por supuesto esta muy en línea con el camino que nos hemos trazado en la UTB. Una universidad tecnológica, en la frontera de la ciencia en muchas áreas y disciplinas se ha convertido en referencia local, regional e incluso nacional, con visibilidad y reconocimiento internacional. Es en este contexto en el que ustedes los profesores de la UTB, incluso en momentos tan complejos como los generados por la pandemia, han demostrado todas sus capacidades y compromiso. 

No son pocos los mensajes que les hemos hecho llegar a miembros de nuestra comunidad lamentando la pérdida de un ser querido. Muchos de ustedes han atravesado los días más difíciles de sus vidas durante este ultimo año, y han estado al día siguiente al lado de sus estudiantes ayudándolos a construir certezas sobre un mar de incertidumbres. Incluso perdimos a miembros de nuestra comunidad, nuestra querida Netty Huertas, a quien extrañamos y que dejó una marca y aportes muy valorados por la comunidad en el desarrollo del turismo. Por eso nuestro compromiso debe ser el de honrar la memoria de Netty y la de todos nuestros familiares y amigos que no lograron superar la pandemia, haciendo lo mejor que sabemos, transformando el futuro con educación.

Es nuestro reto avanzar en un proyecto educativo que nos permita como profesores hacer parte de una comunidad académica vibrante, conectada con las redes internacionales de conocimiento, pero que al mismo tiempo nos permita aportar a la construcción de una ciudad y a una región más justas, más incluyentes.

Sabemos que los retos que nos esperan como comunidad son múltiples y complejos, para la Asociación Europea de Universidades en su informe “Universidades sin paredes: una visión al 2030”, será necesario para las universidades aportar a la solución de la crisis climática y de sostenibilidad, mantenerse vigentes en el acelerado desarrollo tecnológico, ayudar a la construcción de sistemas políticos más estables y que propicien la democracia, combatir la desinformación y la erosión del debate público, ayudar a comprender y aprovechar los cambios geopolíticos del mundo y, por supuesto, combatir (la pobreza) y las disparidades sociales persistentes. Todo esto garantizando la sostenibilidad de largo plazo en un contexto cada día más competitivo e incierto.

Será necesario para enfrentar estos retos, repensar la forma cómo se desarrollan nuestros programas de pregrado y posgrado, promover la interdisciplinariedad y fortalecer el relacionamiento con el entorno. Para lograrlo, al menos en lo relacionado con la formación de nuestros estudiantes, debemos seguir construyendo desde la perspectiva de los resultados de aprendizaje, instrumentos de medición que nos permitan implementar un proceso continuo de reformas y ajustes curriculares que fortalezcan el sello institucional y que nos permitan continuar con el legado de aporte en la reducción de las brechas que enfrentamos como sociedad.

El futuro nos pertenece y con el trabajo de toda esta comunidad seguiremos construyéndolo. Esperamos que el próximo año esa construcción se desarrolle en un marco de completa presencialidad, por supuesto, sin negar los aprendizajes derivados de la pandemia. Es necesario aprovechar los aspectos más positivos de este periodo para fortalecer el desarrollo de nuestras funciones sustantivas.

Por ello, y sin el menor asomo de riesgo de caer en auto-complacencias, me atrevo a decir que la UTB y toda su comunidad académica y administrativa se encuentra preparada para seguir liderando la transformación de nuestra sociedad desde la educación.  

Muchas gracias.

viernes, 30 de julio de 2021

Talentos, genética y educación

El Universal, 30 de julio de 2021  (Enlace)

“Tres extraños idénticos”, un documental que vi recientemente en Netflix, trae a colación la clásica discusión entre naturaleza versus crianza: ¿quien somos depende de nuestros genes o realmente de la guía recibida de padres y allegados? La ciencia tiende a considerar que no existen disyuntivas entre genética y educación.

El audiovisual cuenta la historia de unos trillizos idénticos separados al nacer y educados en contextos diferentes. Muestra también que los genes tienen un papel crucial en las similitudes en su físico, ademanes y movimientos, algunos gustos y hasta en las enfermedades. Pero, por otra parte, la educación que cada uno recibió en hogares diferentes complementó y fortaleció sus capacidades intrínsecas.

Si asumimos que todas nuestras capacidades y competencias están preprogramadas en nuestros genes, nuestro sistema educativo aún tendría el desafío de potenciarlas. Caso contrario pasa con muchos jóvenes colombianos: sus talentos intrínsecos no siempre son acompañados de oportunidades. Esto se evidencia en las universidades, en especial, en el marco de la pandemia. Permítanme ilustrarlo con un ejemplo.

La mayoría de las universidades tenemos algún puntaje mínimo requerido en las pruebas del Icfes (Saber 11) para regular el ingreso a un programa académico. Por la pandemia, en 2020 la presentación del examen se atrasó y las universidades nos vimos en la necesidad de eliminar temporalmente ese requisito. En consecuencia, algunos estudiantes con puntajes bajos lograron ingresar a la UTB.

Luego de un semestre, el 20% de quienes ingresaron con puntajes por debajo del exigido, lograron superar todas las materias en su primer semestre y tuvieron un desempeño superior a la media universitaria. Aunque pasó “raspando”, la mayoría del grupo restante podrá continuar con normalidad su proceso formativo.

Sin este experimento la probabilidad de acceso de este grupo de jóvenes a una universidad de alta calidad habría sido casi nulo. Las universidades debemos saber que se desperdician talentos por la tendencia a homogeneizar los procesos de admisión y a estandarizar los modelos educativos. ¿Cuánto cuesta a la sociedad desaprovechar estos talentos?

Como en el caso de los trillizos, la familia, el contexto cultural y la educación pueden potenciar talentos innatos; para ello es necesario lograr acceso a educación, en especial a la de alta calidad. Las universidades deben identificar y atraer los talentos para darles el tratamiento más adecuado. Un mensaje poderoso de la pandemia es que podemos tomar esta oportunidad para replantear cómo hacemos las cosas.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Vicerrector Académico, UTB.