El Universal, 26 de Octubre de 2018 (Enlace)
Preocupado por los acontecimientos de su época, en 1920, el historiador y novelista de ciencia ficción británico, H. G. Wells, afirmaba en su libro —de no ficción— El bosquejo de la historia, que "La historia humana se convierte cada vez más en una carrera entre la educación y la catástrofe".
La sentencia de Wells (considerado por muchos el padre de la ciencia ficción por obras como La guerra de los mundos, La máquina del tiempo y La isla del doctor Moreau) describe con bastante acierto la crisis en Cartagena, donde el fallido sistema educativo nos está llevando con avivamiento hacia la calamidad. El preocupante dictamen local se refleja en la desventaja educativa frente a otras ciudades de un país cuyo sistema educativo no es precisamente paradigma universal.
Aunque algunos aspectos muestran avances recientes (la cobertura, por ejemplo), hay otros, como la efectividad del sistema, en los que se tiene una deuda que se amplía más en todos los ámbitos. Esa deuda en efectividad se constata en los resultados de las pruebas Saber, examen que se aplica en distintos momentos del proceso de formación en la vida del estudiante.
Para conocer los rezagos en la efectividad del sistema, el más reciente Informe de Calidad de Vida, de Cartagena Cómo Vamos, aporta información esencial. Sus datos muestran que a medida que los estudiantes cartageneros avanzan en su proceso de formación, sus competencias en lenguaje y matemáticas empeoran, medidas por los resultados en las pruebas Saber entre los grados tercero, quinto y noveno.
Esto significa que con el tránsito por el sistema de educación básica, se reduce la proporción de estudiantes que alcanza niveles avanzados de dominio de las competencias. Esto se cumple tanto para colegios privados como para los oficiales. Ni hablar de los resultados en las zonas rurales. Tristemente, parece que con nuestro sistema educativo no estamos aportando al cierre de brechas sino a todo lo contrario, en un contexto donde los recursos invertidos en llevar a los niños a las escuelas se pierden en una mezcolanza de dejadez y corrupción.
Mucho se acude al lugar común según el cual en Cartagena faltan personas con cualidades de liderazgo, que sean críticas, reflexivas, y que cuestionen el statu quo. Por ello necesitamos salir de la impasibilidad que aletarga a unos pocos: aquellos que se lucran de una sociedad pasmada y sin norte.
La prolongada crisis local impone romper el ciclo que condena a la mayoría a una educación de baja calidad. La igualdad de oportunidades y la meritocracia deben primar en el sistema educativo, de esta manera lograremos darle una mano a la educación para sacarle una cabeza a la catástrofe.