El Universal, 2 de Junio de 2017 12:00 am (Enlace)
Aunque sea una verdad de a puño que la educación es clave para romper el círculo de la pobreza y hacer sostenible el crecimiento económico, en Colombia aún tenemos mucho por aprender.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), nuestro rezago en capital humano es preocupante. La escolaridad alcanzada por los colombianos adultos en 2014 fue de siete años, mientras el promedio mundial fue de ocho (algo menos que la secundaria). Aún estamos lejos de cerrar la brecha con los países más avanzados, donde el indicador ronda los 13 años.
Las circunstancias por las que pasa la economía nacional reducen el margen para lograr cambios sustanciales en la inversión en educación. En el horizonte se ven nubarrones y los pronósticos más pesimistas indican que vamos camino a una recesión.
Colombia pronto completará 30 años de haber iniciado el proceso de apertura económica que trajo promesas de prosperidad. Sin embargo, aún es una economía con alta dependencia de la explotación de recursos naturales y producción de materias primas.
A pesar de los bajos precios internacionales de los últimos años, esta “locomotora” ha generado cuantiosos recursos en regalías. Son billones de pesos obtenidos de barrenar la tierra que no fueron invertidos en ciencia y tecnología, pero sí en miles de kilómetros de asfalto.
Seguramente contaremos con mejor infraestructura, pero si no hay capital humano que impulse la productividad y la innovación, no estamos haciendo más que alimentar la dependencia de lo que escarbamos para competir por dólares que otros obtienen con mejor educación, creatividad e investigación. Los colombianos, como el Saturno de Goya, nos devoramos el futuro.
El costo de oportunidad -la segunda mejor alternativa a la que renunciamos- de estos recursos es inmenso: las nuevas carreteras terciarias aumentarán las ventajas de las grandes firmas agroindustriales de monocultivos, pero no tendrán el impacto deseado en crear oportunidades para la mayoría de la gente, como lo haría un sistema educativo fortalecido para las regiones.
Es preciso garantizar la igualdad de oportunidades sin que estas se obtengan por la lotería del nacimiento, como quedó demostrado con los resultados de la evaluación del impacto del programa educativo Ser Pilo Paga.
Mientras esto no ocurra, las capacidades de la sociedad están siendo mutiladas; son muchos los talentos atrapados por entornos empobrecidos. La educación genera capacidades que aumentan la autonomía y frenan la dependencia cíclica de los mercados internacionales. Menos pavimento, más conocimiento.