El Universal, 30 de julio de 2021 (Enlace)
“Tres extraños idénticos”, un documental que vi recientemente en Netflix, trae a colación la clásica discusión entre naturaleza versus crianza: ¿quien somos depende de nuestros genes o realmente de la guía recibida de padres y allegados? La ciencia tiende a considerar que no existen disyuntivas entre genética y educación.
El audiovisual cuenta la historia de unos trillizos idénticos separados al nacer y educados en contextos diferentes. Muestra también que los genes tienen un papel crucial en las similitudes en su físico, ademanes y movimientos, algunos gustos y hasta en las enfermedades. Pero, por otra parte, la educación que cada uno recibió en hogares diferentes complementó y fortaleció sus capacidades intrínsecas.
Si asumimos que todas nuestras capacidades y competencias están preprogramadas en nuestros genes, nuestro sistema educativo aún tendría el desafío de potenciarlas. Caso contrario pasa con muchos jóvenes colombianos: sus talentos intrínsecos no siempre son acompañados de oportunidades. Esto se evidencia en las universidades, en especial, en el marco de la pandemia. Permítanme ilustrarlo con un ejemplo.
La mayoría de las universidades tenemos algún puntaje mínimo requerido en las pruebas del Icfes (Saber 11) para regular el ingreso a un programa académico. Por la pandemia, en 2020 la presentación del examen se atrasó y las universidades nos vimos en la necesidad de eliminar temporalmente ese requisito. En consecuencia, algunos estudiantes con puntajes bajos lograron ingresar a la UTB.
Luego de un semestre, el 20% de quienes ingresaron con puntajes por debajo del exigido, lograron superar todas las materias en su primer semestre y tuvieron un desempeño superior a la media universitaria. Aunque pasó “raspando”, la mayoría del grupo restante podrá continuar con normalidad su proceso formativo.
Sin este experimento la probabilidad de acceso de este grupo de jóvenes a una universidad de alta calidad habría sido casi nulo. Las universidades debemos saber que se desperdician talentos por la tendencia a homogeneizar los procesos de admisión y a estandarizar los modelos educativos. ¿Cuánto cuesta a la sociedad desaprovechar estos talentos?
Como en el caso de los trillizos, la familia, el contexto cultural y la educación pueden potenciar talentos innatos; para ello es necesario lograr acceso a educación, en especial a la de alta calidad. Las universidades deben identificar y atraer los talentos para darles el tratamiento más adecuado. Un mensaje poderoso de la pandemia es que podemos tomar esta oportunidad para replantear cómo hacemos las cosas.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.
*Vicerrector Académico, UTB.
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