El Universal, 9 de Marzo de 2018 (Enlace)
Cartagena tiene la capacidad de sorprendernos todos los días, de esforzarse en cumplir la máxima de que todo es susceptible de empeorar. Lo digo porque hace un par de semanas, un grupo de empresarios y líderes cívicos y políticos publicaron de manera amplia y sin sonrojarse un aviso en el que invitaban a un emperador del continuismo y la politiquería a “salvar” la ciudad.
El aviso pone de manifiesto al menos dos cosas: la falta de nuevos liderazgos políticos y el oportunismo y la mezquindad de ciertos sectores al actuar colectivamente. El año pasado, el codirector del Banco de la República, Adolfo Meisel, presentó el que a mi juicio es uno de los más significativos documentos escritos recientemente sobre la Costa Caribe: “El liderazgo y el futuro del caribe colombiano”. Por la coyuntura, este es sin duda pertinente para Cartagena.
Tanto la región como la ciudad han sido cooptadas por estos líderes. ¿Líderes? Son prósperos emprendedores que arreglan la venta de bellas y exclusivas magdalenas. Mercaderes de la propiedad raíz que organizan jornadas de relleno a los cuerpos de agua meticulosamente orquestadas. Constructores fraudulentos que, aprovechando la ineptitud del Estado, llenaron sus bolsillos estafando a cientos de familias. Líderes políticos que engrasan la maquinaria que nos lleva a todos a la pobreza y que a una inmensa minoría la mantiene en miseria, segregada, sin opciones.
Suena a comodín, pero hay que despertar. Hay que desempolvar las banderas de la independencia, guardadas por más de 200 años, ahora, para liberarnos de estos líderes corruptos que sitian la ciudad. Es una especie de sitio a la inversa, donde la amenaza se atrinchera en la ciudad que la mayoría reclama, mientras se caen murallas y escapan oportunidades.
Los llamados a encabezar esta retoma contra el asedio son los jóvenes, los universitarios y los estudiantes de colegio, las amas de casa, los profesores, los miles de trabajadores, todos nosotros. Quienes luchamos a diario por hacer limpio y honesto nuestro trabajo, y podemos pasar a la historia como transformadores de nuestro destino. Convirtamos este momento en una coyuntura crítica que cambie el rumbo al cual pareciera que estamos condenados. Hay que salir a votar masivamente, por quien queramos, sin dejar amarrar el voto. ¡Despertemos!