El Universal, publicado el 11 Enero 2013
Muchos de los problemas que Cartagena enfrenta durante la temporada de vacaciones se solucionarían si se pensara primero en los cartageneros y no en los turistas. Quienes aquí residimos padecemos el fin de año por el colapso de la ciudad en la época vacacional. Uno de los aspectos que refleja esa grave situación es la movilidad, que se antoja caótica.
Mientras tanto, seguimos esperando la prometida solución a los problemas de movilidad, sin saber cuándo llegará. Dando un margen de duda, hagamos el esfuerzo por ver el vaso medio lleno y supongamos que las obras de Transcaribe estarán listas en el primer semestre de 2013, según anuncia la página web de la empresa.
Pero aun bajo este escenario optimista, la enormidad de los obstáculos que hay que sortear salta a la vista. Ya deberían estar muy avanzados, por ejemplo, los de por sí complejos procesos de chatarrización de buses y las licitaciones del sistema de cobro, operación y mantenimiento.
Como lo indica la experiencia de otras ciudades del país, la etapa posterior a la construcción es la más compleja de los de los Sistemas Integrados de Transporte (SITM). Si es así, entonces hasta aquí llega el optimismo, porque ya entrados en el semestre en que se pondrá en operación el SITM no hay claridad sobre el avance de estos procesos.
Además de las licitaciones, la tarifa amerita especial atención, pues puede convertirse en poderosa herramienta de política pública. Un ejemplo ilustra el punto. Una persona de pocos recursos que logre aumentar sustancialmente sus ingresos, seguramente dejará de consumir menudencias de pollo, hígado o lengua y los sustituirá por punta de anca o lomo fino. Muy probablemente también enviará a sus hijos a colegios privados y reemplazará el transporte público por automóvil particular.
Bienes y servicios como los descritos, que los consumidores tienden a dejar de consumir cuando aumentan sus ingresos, se denominan bienes inferiores. Una consecuencia de que el transporte público sea un bien inferior es que, en caso de ser subsidiado, ayudaría a reducir las desigualdades existentes entre ricos y pobres porque son estos últimos quienes usan el servicio público.
Que el transporte público sea un bien inferior no es la única razón para justificar un subsidio a la tarifa. Otro argumento a favor de evaluar seriamente esta posibilidad es que un SITM organizado tiene efectos positivos para la sociedad: una tarifa baja podría darle a Transcaribe una ventaja inicial frente a medios de transporte informales que se han fortalecido en los últimos años.
Los recursos necesarios para el subsidio pueden derivarse de la sobretasa a la gasolina. De esta manera los automóviles particulares que congestionan las vías pagarían parcialmente la tarifa del SITM, generando efectos redistributivos en la población local.
Estas propuestas quizás no garantizan una solución completa a los problemas de movilidad, pero permiten alimentar la discusión. Pensar primero en los cartageneros ayuda a solucionar algunos de los problemas más serios de las temporadas turísticas. Es una forma de construir una ciudad más justa, incluyente, sostenible y, de paso, más atractiva. Ayudaría también a que los cartageneros brindemos nuestra mejor sonrisa a los turistas.
*Profesor de la Facultad de Economía y Negocios, UTB
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