El Universal, 12 de mayo de 2023 12:00 AM (Enlace)
Los indicadores recién presentados en la encuesta de percepción ciudadana de Cartagena Cómo Vamos (CCV) son muy llamativos. Primero, porque la satisfacción de los ciudadanos con la educación supera el 80%; y, segundo, porque en el caso particular de la atención a primera infancia, la cifra asciende al 86%.
No obstante, los datos de desempeño contrastan con este aparente positivo nivel de satisfacción. CCV reporta que el 86% de los colegios oficiales tuvo un desempeño bajo en las pruebas Saber 11 (Icfes). Además, según los datos más recientes de estas pruebas estatales (2022), en Cartagena los colegios privados se ubican en promedio 50 puntos por encima de los oficiales. Esta brecha es mucho más amplia que la observada en el país, donde la diferencia es de 30 puntos. Dicho de otra forma, un estudiante de un colegio oficial de Cartagena tiene una desventaja de casi 20% respecto al resultado promedio de un par de colegio privado.
¿Se imaginan lo que representa para un joven iniciar una carrera de 100 m partiendo 20 m atrás? ¿Cómo entendemos la alta satisfacción ciudadana? ¿Por qué los cartageneros somos benévolos con un sistema que muestra tan pobre desempeño?
En 2019, investigadores de la Universidad de Salento propusieron un instrumento especializado para medir la satisfacción en las escuelas italianas. Una de sus principales preocupaciones era que las mediciones de satisfacción se desarrollaron con el fin de evaluar el desempeño de negocios y la percepción de sus clientes con respecto a su calidad. De allí el concepto pasó a la administración pública con no pocas preocupaciones sobre la idoneidad de estos indicadores, que intentan evaluar organizaciones sin ánimo de lucro —como las escuelas— fuera del contexto cliente-producto.
Según el estudio, es probable que los criterios que los padres consideran como satisfactorios sean diferentes a los asociados a la calidad de la educación. Por ejemplo, si la posibilidad de trabajar de un padre o de una madre depende de enviar su hijo al colegio, el solo hecho de que el niño asista a la escuela puede generar satisfacción. Otro elemento estaría relacionado con la capacidad de juzgar qué es una educación de buena calidad cuando nunca se ha recibido.
Las familias juegan un rol muy importante en la educación de los jóvenes. Es necesario, entonces, escucharlas y hacerlas partícipes del proceso formativo, pero ajustando los instrumentos de medición de sus percepciones para que sean más útiles en el diseño de estrategias y políticas educativas.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.
*Vicerrector Académico, UTB.